jueves, 16 de mayo de 2013

EL BAUTISMO Y SU INCIDENCIA EN LA MISIÓN (Juan 3:15-17;21-22) Hablar sobre el bautismo es un tema que tiene muchas aristas y que por siglos ha sido una polémica sin resolver en forma pacífica. En esta oportunidad sólo quiero dar algunos alcances sobre su significado y más bien centrarme en el bautismo de Jesús y Su misión. Sobre su significado se puede decir lo siguiente: a) Por medio del Bautismo, “medio de Gracia”, somos hechos partícipes de la obra redentora de Jesús (Romanos 6:3-10; 2 Corintios 5:21; Colosenses 2:12); b) Por medio del Bautismo, dejamos de pertenecernos a nosotros mismos y al mundo de pecado, para pasar a ser parte de la obra redentora de Dios (Romanos 6:13ss) e incorporarnos a su plan salvífico; c) Por medio del Bautismo somos puestos en el mundo como Cristo: para salvación, para entregar nuestra vida, que ya no nos pertenece a fin de que se haga realidad el Reino de amor y de justicia al cual ahora, a través del bautismo, hemos sido incorporados. De alguna manera a través del Bautismo, Dios nos permite apropiarnos y participar de la salvación que Cristo trajo para hacerla presente hoy en el mundo que nos rodea. En otras palabras, nosotros mismos pasamos a ser los signos y los medios mediante los cuales buscamos transmitir la “nueva libertad” conque Cristo nos hizo libres. Como podemos ver, el bautismo nos hace partícipes de la obra redentora de Jesús y de Su misión. Ahora bien, es bueno analizar el bautismo de Jesús y su incidencia que tuvo en Su misión. La presencia del Espíritu Santo en las dos mitades del texto del Evangelio es muy importante tenerla en cuenta. En la primera mitad, Juan dice a la multitud que el que viene les bautizará en Espíritu Santo y fuego (v. 16). En la segunda mitad, Jesús es bautizado; y orando, el cielo se abrió; y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. Aquí hay dos momentos y dos bautismos: el primero por agua y el segundo por el Espíritu Santo. Como se podrá observar, para el evangelista Lucas es muy importante mencionar varias veces la presencia del Espíritu Santo en su evangelio y en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Él quiere resaltar la importancia del bautismo de Jesús, como un ejemplo a seguir para el cumplimiento de la misión. Por eso su bautismo es señal del nuevo tiempo y el estar en oración para recibir el Espíritu Santo. Debemos tomar nota que el bautismo en agua y el bautismo del Espíritu Santo y fuego no es nuevo. Ya en el Antiguo Testamento se menciona este aspecto. Por ejemplo: Salmo 29: "voz de Dios sobre las aguas..derrama llamas de fuego"; Isaías 43:1-2: "...no temas, porque yo te redimí;...cuando pases por las aguas, yo estaré contigo;...cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti". Pero en la obra de Lucas, estos aspectos se resaltan, en especial la presencia del Espíritu Santo. He aquí algunos ejemplos: El ángel al anunciar a Zacarías el nacimiento de Juan le dice que él será lleno del Espíritu Santo (Luc. 1:15); de igual manera cuando se le anuncia a María el nacimiento de Jesús, el ángel de dice que el Espíritu Santo vendrá sobre ella (Luc. 1:35); Elizabeth llena del Espíritu Santo exclamó a gran voz: "Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre"; Simeón movido por el Espíritu Santo vino al templo para ver y alabar a Jesús (Luc. 2:27-32). En el libro de los Hechos de los Apóstoles hay muchas referencias sobre el bautismo en agua y sobre el bautismo en el Espíritu Santo. Un ejemplo es el hecho de que los apóstoles Pedro y Juan al llegar a Samaria encontraron que la gente había sido bautizada en agua, y luego de orar recibieron el Espíritu Santo (Hechos 8:14-17). Todo esto nos indica que el bautismo tiene una gran incidencia en el cumplimiento de la Misión. Todos los discípulos y seguidores de Jesús, después de haber sido bautizados en agua y por el Espíritu Santo realizaron a cabalidad la Misión. La experiencia de Pentecostés reafirma esta apreciación. Ahora bien, vayamos a la persona de Jesús. El capítulo 4 del Evangelio de Lucas, relata que Jesús es llevado al desierto después de haber sido bautizado y ahí es puesta a prueba su condición de Hijo de Dios y Mesías. Luego de terminada la prueba el mismo Espíritu lleva a Jesús a Galilea y a Nazaret, donde proclamará su Plan Salvífico para toda la humanidad (Luc. 4:18-21). A partir de esa proclama Jesús realiza todo su ministerio con poder y hasta ser consecuente con la Misión al dar su vida. Es este nuestro paradigma como discípulos de Jesús en el cumplimiento de la Misión. El bautismo en agua y en el Espíritu Santo es lo que dará poder a la iglesia, la comunidad de creyentes en Jesús. A través de la historia podemos comprobar que esta situación es real. Los reformadores pasaron por esta experiencia. Sin embargo, un hecho muy trascendental es la experiencia de John Wesley en Aldergate, que siendo bautizado en agua no tenía la convicción de su salvación. Pero un 24 de Mayo de 1738, el Espíritu Santo descendió sobre Wesley y sintió que sus pecados habían sido perdonados y que ya era salvo. A partir de esa experiencia, bien sabemos todo lo que hizo Wesley en su país hasta generar el surgimiento del Gran Avivamiento Evangélico del siglo XVIII. Como conclusión diríamos que no basta ser bautizado en agua para ser un verdadero discípulo o discípula de Jesús, hay que experimentar el bautismo del Espíritu Santo para poder tener poder y hacer grandes maravillas en el cumplimiento de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20). Que el Señor nos permita tener esta experiencia como iglesia y estemos listos y preparados para recibir el Espíritu Santo en nuestras vidas y en la comunidad de fe. Amén.

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