jueves, 16 de mayo de 2013

LA COMUNIÓN PERFECTA CON DIOS (Mateo 26: 17-30) Este pasaje nos relata lo acontecido en la cena que tuvo el Señor Jesús con sus discípulos, pero a la vez nos permite encontrar dos significados simbólicos: a) La fiesta de la Pascua era una conmemoración de la liberación en Egipto. En esta caso, Jesús afirmaba ser el gran libertador que vino a libertar a todas las personas del pecado y del miedo. b) El cordero pascual era el símbolo de seguridad. Aquella noche de liberación, la sangre del cordero salvó a Israel de la muerte y destrucción. Ahora Jesús afirmaba ser el Salvador que había venido a salvar a su pueblo y a toda la humanidad de sus pecados y de sus consecuencias funestas. De aquí en adelante establece una comunión y seguridad con todo aquel que creyera en él. Ahora bien, la síntesis de este simbolismo en la Cena se da en una sola palabra: PACTO. Jesús dijo que su sangre era la sangre del nuevo pacto. ¿Qué quiso decir con ello? Un pacto es una relación entre dos personas. Cuando las personas deciden hacer un pacto, entran en una tipo de relación mutua. Pero en este caso, el pacto que hacía referencia Jesús no es un pacto entre dos personas comunes, sino que se trata de una nueva relación entre Dios y el ser humano. Es decir, es una comunión santa con Dios. De eso se trata, un pacto santo. Este pacto o comunión con Dios es para siempre y no es solo de un momento o de vez en cuando. Estar en verdadera comunión con Dios conlleva obedecer sus mandamientos, hacer su voluntad, mantener contacto con Él a través de la oración cotidiana (al levantarnos, al tomar los alimentos, en el trabajo, en el estudio, al acostarnos, en los momentos de dificultades, en las enfermedades, y también en las alegrías), escudriñar su Palabra diariamente para nutrirnos de ella. Pero hay algo más trascendente: nuestro amor al prójimo es consecuencia de nuestra perfecta comunión con el Señor. Por otro lado, es bueno recordar que él prometió estar con nosotros (comunión) todos los días hasta el fin del mundo. Por lo tanto, estar en comunión con Dios es sentir su presencia y recibir sus múltiples bendiciones. Una advertencia que es necesaria hacer a todo creyente, es que para estar en comunión con Dios no solo es reunirse en la iglesia y participar de un ritual cada primer domingo del mes. Es algo más que eso...es estar todo el tiempo en permanente comunión con el Dios de la Vida. Hoy en día, hay muchos creyentes que tienen muchas excusas para hacerlo, le echan la culpan a situaciones externas, tales como: no hay tiempo para orar, menos para leer textos largos de la Biblia; uno llega muy cansado o cansada del trabajo o del centro de estudios a casa y el tiempo que se dispone se dedica al reposo. Por otro lado, el stress no permite concentrarnos para meditar a solas con Dios y leer su Palabra; Dios sabe que somos personas muy ocupadas que solo podemos hacer una oración al paso y él nos comprende. Los domingos los utilizamos para salir con la familia, ir de compras, pasear y luego descansar o realizar tareas pendientes. Hoy en día no es posible guardar un día para el Señor, eso era antes, pero ahora no. Sin embargo, cuando tengo un tiempito vengo a la iglesia, como para que Dios no se enoje y nos castigue. Excusas, excusas, excusas, solo excusas. Pero una excusa que está muy de moda entre nuestra feligresía, es la siguiente: no vengo a la iglesia porque los cultos y las reuniones, son muy aburridas y rutinarios; el pastor siempre dice lo mismo y no me motiva para nada, salgo peor que cuando vine. Yo quiero un lugar tranquilo y en silencio para poder meditar a solas con Dios, pero con tanta bulla ya no me es posible hacerlo. Por último, ahora en la TV transmiten programas religiosos muy interesantes y didácticos que llegan al fondo del alma atribulada. Excusas, excusas, excusas, solo excusas. Sin querer, a través del tiempo estas cosas se van convirtiendo en nuestras excusas para no mantener una verdadera comunión con Dios y nos vamos alejando de esa santa comunión. Algo parecido sucede cuando nos alejamos del fogón, poco a poco nos vamos enfriando. Así nos sucede cuando nos apartamos de la comunión fraternal con Su espíritu. De pronto nuestra fe va decayendo y se enfría, vamos perdiendo el verdadero sentido de la esperanza hasta caer en la desesperación, la depresión, ante un problema que se nos viene, tales como, enfermedades, desgracias, economía en crisis y otras cosas más. Al final, no tenemos fuerza para resistir y seguir adelante luchando por la solución. Es decir, en pocas palabras, todo nos va mal, vamos de peor en peor. ¿Por qué nos pasa todo eso? ¿Dónde está Dios? Queremos encontrar una explicación y no logramos encontrarla. ¿La respuesta? Falta de comunión con Dios. Las bendiciones de Dios solo son derramadas en fieles que viven en santidad y en comunión con él. No hay otra respuesta. Pero a pesar de todo ello, Dios nunca nos deja solos, en su infinita misericordia nos habla a nuestra conciencia y nos vuelve a invitarnos a tener comunión con él. Nos sacude en nuestro interior para hacernos reflexionar y descubrir en su Palabra que él nunca nos abandona, siempre nos da una nueva oportunidad para arrepentirnos. Volver a renovar nuestro pacto con el Dios de la Creación. Por eso, cuando participamos en la Santa Cena, es renovar nuestro pacto con el Señor, recordar que su sacrificio no fue en vano, que él necesita de nosotros y nosotras, todos los días, para ser sus testigos y agentes de salvación para con aquellas personas que aún no le conocen. Que necesitamos nutrirnos por medio de su Santa Palabra, practicar nuestras oraciones diarias, experimentar nuevas experiencias de fe. Todo esto significa renovar nuestra comunión con Dios. Roguemos al Señor para que siempre estemos en comunión con él y nos de las fuerzas necesarias para poder resistir toda tentación que quiera alejarnos de su amor. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario