jueves, 16 de mayo de 2013

LA PAZ: DON DE DIOS (Juan 14:27; 16:33) El concepto de paz data del Antiguo Testamento y la palabra para designarla en hebreo es: shalom, que es la oposición a la perturbación del bienestar colectivo del pueblo, que a veces llegar a exigir la guerra. Muchos pasajes bíblicos nos hacen referencia a la paz como un deseo de Dios para las personas “Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Nm. 6: 26; 25: 12) y para el pueblo (Jos. 10: 4; 2 S. 17: 3). En el Nuevo Testamento la palabra griega eirene es para designar la paz (Mr.5:34; 9:50). En este caso, la paz es contraria a la guerra, o la suspensión de la misma. Por el lado de los hebreos, la paz es el bienestar en el más amplio sentido de la palabra, abarca la dicha, la salud corporal, la tranquilidad, al irse y ala acostarse, el entendimiento pacífico entre los pueblo y los hombres; es decir, la salvación. Esta paz tiene una orientación social y está ligada a la justicia. El pacto de Dios con su pueblo es la alianza de la paz (Is. 54:10) ésta es la paz que anuncian los profetas, la cual vendrá con Jesucristo (Is. 621:1-2). Cristo es el mediador de la paz, que con su venida irrumpe el reino de Dios, quien lleva consigo la reconciliación. Es el don o regalo de Dios para con su pueblo. Esta paz conlleva vivir un nuevo orden en las relaciones interhumanas (Mr. 9:50), en cuanto sea posible y en cuanto dependa de nosotros, ya que el reino de Dios es un reino de justicia y paz. Esta paz no es al estilo de los emperadores romanos o al modelo de los militares de hoy; es decir, una paz militarizada. Tampoco es una paz a la manera de los zelotes o grupos terroristas actuales. Es una paz a la manera de Jesucristo no a la manera de este mundo (Jn. 14:27a). Hoy en nuestra sociedad escuchamos decir: ¡Paz! ¡Paz!, pero no la hay. Nos recuerda lo que decía el profeta Jeremías (Jer. 8:11b). Aún existen los falsos profetas que ilusionan a gobernantes y al pueblo, diciendo que la paz se consigue aniquilando a los que perturban la tranquilidad social. O sosteniendo que lo más importante es lapaza personal y espiritual. Jesucristo nos advierte que generar la paz no es muy simple, habrán señales previas al establecimiento definitivo del reino de Dios: guerras, luchas entre naciones, pestes, hambre, terremotos, dolores, falsos cristos, tribulación, matanza de inocentes, persecución, traición, maldad, falta de amor, falsos profetas (Mt. 24:4-12). Sin embargo, en medio de esta situación caótica, hay una esperanza y una promesa: “Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo. Y será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mt. 24:13-14). Construir la paz es una tarea delegada a la comunidad cristiana y ésta no se construye desde un paraíso, desde una situación cómoda, ni menos con recompensas materiales; sino desde una práctica cotidiana y constante del Evangelio, el cual nos demanda un sacrificio en medio de un mundo en caos, de crímenes, violaciones y tragedias, para que desde esas situaciones podamos ser copartícipes en la construcción del reino de Dios. Con el Señor el bienestar, la justicia y el amor serán una realidad para todos. En otras palabras, es la salvación aquí, ahora y para siempre. Que el Señor Jesús nos ayude y guíe con su Santo Espíritu a ser instrumentos de su paz, ahí donde nos encontremos, en el lugar a que Dios nos ha llamado y colocado. Amén.

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