jueves, 16 de mayo de 2013

MARANATHA: ¡VEN, SEÑOR JESÚS! (Apocalipsis 22:20) El kerigma de la comunidad primitiva contenía los siguientes aspectos teológicos: a) La resurrección de Jesús (Ro. 10:9; Lc. 24:33-34; 1 Co. 15:5) b) La fe en Cristo (1 Co. 15:3-5; Ro. 4:25) c) La parusía (1 Co. 16:22; Ap. 22:20) d) la iglesia (pueblo santo de Dios) e) El bautismo y la eucaristía (1 Co. 11: 23-25; 12:13) Uno de esos ejes teológicos vamos a reflexionar en esta oportunidad: la parusía, es decir, la venida del Señor. El cristianismo primitivo estaba convencido de que el Señor se encontraba cerca y que su venida era inminente. El aSeñor crucificado y resucitado aparecería en un futuro próximo de una manera visible. Ante esa situación la comunidad exclama: "Maranatha", "Ven, Señor nuestro" (1 Co. 16:22). La comunidad en su prédica misionera decía que Jesús nos salvará del juicio de la ira que viene (1 Tes. 1:10). El Señor está cerca (Fil. 4:5); Aparecerá pronto descendiendo de los cielos como salvador (Fil. 3:20). En 1 Tes. 4:15-17 la venida del Señor se describe como el Kyrios que bajará del cielo cuando se oiga una potente voz de mando, se escuche la voz del arcángel y resuene la trompeta de Dios: primero resucitarán los muertos, luego nosotros, los que quedemos vivos junto con ellos, seremos arrebatados en nubes, para recibir al Señor en el aire. La palabra parusía procede del mundo helenístico. Palabra que designaba la llegada de un monarca o alguna persona importante y se describía esa parusía con rasgos apocalípticos. Así pues, los cristianos utilizaron esta figura apocalíptica para describir la parusía del Señor. Ahora bien, al no concretarse la parusía esperada, se planteó el problema del retraso de la parusía. La espera se hace insostenible a medida que pasa el tiempo y entonces se empieza a dar un sin fin de excusas por la demora. También se usarán concepciones apocalípticas para explicar el enigma de por qué no ha llegado aún el fin de los tiempos. Esta dificultad produce una tensión entre el "ya" y el "todavía no" y en esta tensión se mantiene la expectación escatológica, pero se añade que el fin no llegará en seguida, sino en un futuro un tanto lejano. De ahí que se impone el mantenerse vigilante y no dejarse seducir, porque sólo se salvará quien permanece hasta el fin. Es bueno destacar que en los escritos del Nuevo Testamento ésta demora no creó serias inquietudes en las comunidades cristianas, ni crisis en su seno, por el contrario aumentó la esperanza en su Señor, y esto debido a que la comunidad estaba imbuida de la fe de que Cristo es ya el Señor y los suyos están unidos con él por el Espíritu. Es por eso que la certidumbre de que el reino de Cristo actúa en el presente hace que pierda importancia la cuestión de cuándo ocurrirá el fin de las cosas, la venida del Señor. Esto no anula la esperanza centrada en el futuro, sino que le otorga su fundamento y su firmeza. El apóstol Santiago apela a la parusía (Stg. 5:7s). Para nosotros los cristianos y cristianas de este siglo se nos plantea el problema si debemos tener la misma expectativa que los mismos cristianos del siglo primero o debemos más bien renunciar radicalmente cualquier espera de la parusía, la venida del Señor, dado que a que nos parece imposible actualizarla. Es esta tensión escatológica la que nos impele a tomar decisiones ahora: o huimos del mundo y hablamos únicamente del más allá, o vivimos el presente anunciando a Cristo que está cerca con nosotros y nos empuja a ser sus colaboradores en la construcción de su Reino, poniendo en práctica sus enseñanzas con nosotros mismos y también con nuestros prójimos, sin perder la fe y esperanza que el Señor ha de venir pronto (Mt. 24:46-51). Estimado hermanos y hermanas, ruego al Señor que nos sorprenda cuando venga, trabajando, sirviendo, proclamándolo y siempre unidos en un mismo amor. Amén.

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