jueves, 16 de mayo de 2013

LA RENOVACIÓN DE LA IGLESIA (Mateo 5:13-16) La sal de la tierra “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”. La luz del mundo “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos”. Estas palabras de Jesús representan la tarea de la Iglesia. Es el desafío permanente en todo tiempo y lugar. Cuatro preguntas surgen de su lectura: 1. ¿A quiénes se dirige el Señor? En un primer momento se dirige a sus discípulos, la pequeña iglesia, sus seguidores. A ellos les encarga la tarea de ser un verdadero testimonio en el mundo. En un segundo momento somos todos aquellos que conformamos la Iglesia, la comunidad de fe, de amor y de servicio. Nadie está exento de esta tarea, no es necesario tener un cargo en la iglesia, ni ser un gran líder dentro de ella. Basta con creer en Jesucristo, confesarle como su Señor y Salvador y haberse bautizado, para ser considerado un cristiano. La tarea es de todos: niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, varones, líderes, funcionarios, pastores. 2. ¿Qué significa este desafío? En primer lugar, reconocer que Jesucristo es el Señor de la Iglesia y no nosotros. Él es quien nos ha dado las pautas para vivir una vida ejemplar de acuerdo a sus enseñanzas, para dar testimonio a un mundo incrédulo y pagano. En segundo lugar, la iglesia es una comunidad de fe, de amor y de servicio. Por lo tanto, esta comunidad de fe es un elemento de evangelización, es parte de la misión. Ella esta llamada a ser la sal y la luz de este mundo y no de otro. En este mundo se incluye a las sociedades diversas, estructuras, sistemas e ideologías. Su tarea es proclamar las Buenas Nuevas del reino de Dios y redimir a toda criatura en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Esto significa que ante cualquier atentado contra la vida y la dignidad humana (injusticia, maldad, corrupción, guerras), la iglesia tiene una palabra profética y de esperanza. Más aún, frente a grupos sectarios (religiosos, étnicos, políticos) la Iglesia está llamada a ser un puente como instrumento de Dios, para que todo aquel que quiera transitar por ella encuentre a Jesucristo y podamos vivir hermanados por el vínculo de Su amor. 3. ¿Es ésta la tarea que estamos realizando actualmente? Tal vez nuestra respuesta sea: sí y no, o de pronto es un “sí” pero un “todavía no” Ante esta disyuntiva, es bueno recordar que no hay ninguna iglesia o comunidad de fe perfecta, y esto porque ella es peregrina en medio de un mundo en el que aún gobierna Satanás, la batalla es dura, la carne es débil y la guerra entre la carne y el espíritu no ha terminado aún. Martín Lutero describió una vez la peregrinación de la iglesia de la siguiente manera: “Todavía no está hecha y cumplida, pero está en marcha. No es el fin, sino el camino. No todo está brillante y reluciente, pero todo se está barriendo”. La Iglesia por consiguiente está siempre necesitada de una renovación, porque vive en medio de un mundo en el cual la batalla continúa. La Iglesia misma es el principal campo de batalla. Esto es inevitable. Porque el enemigo trata de neutralizar la obra de Dios y concentra su atención en aquellos que se han unido a las filas de la Iglesia a fin de arrancarlos de ella. Donde Dios actúa, Satanás actúa, donde Dios siembra, el diablo también siembra. Es por eso que aún existen muchos cristianos que no están convencidos plenamente de la tarea que como hijos de Dios debemos hacer aquí en el mundo. 4. ¿Cuál es el camino a seguir? Para llegar a ser la verdadera sal y la luz del mundo, necesitamos emprender el camino de la renovación. Toda la iglesia debe ser renovada. Cuando decimos toda la iglesia, implica toda la comunidad de fe, la liturgia, las instituciones, las estructuras y la organización. Pero, para realizar la renovación de la iglesia es necesario tener en cuenta que dicha renovación es obra de Dios y no de los hombres. Lo cual conlleva dejar que Dios nos indique el camino a seguir. Abandonar viejas ataduras, renovar estructuras caducas, mirar con nuevos ojos la misión de la Iglesia, no permitir que el conformismo nos invada y nos paralice. No debemos temer al enemigo, aún cuando la furia de gobiernos totalitarios se encarniza contra los creyentes, nosotros podemos asirnos de la promesa de Jesucristo y tener paz. La Iglesia a través de la historia ha tenido muchos enemigos, empezando por los emperadores romanos hasta los regímenes anticristianos de nuestros tiempos. Pero los imperios pasan y la Iglesia permanece. A veces ha tenido que esconderse a causa de las persecuciones. También sufre las burlas en los países donde la inmoralidad y la arrogancia van creciendo. Pero la Iglesia sabe que está del lado del Vencedor. Por eso espera pacientemente el retorno de su Señor. De ahí que si confiamos en el Señor de la Iglesia, él nos guiará a ser Su iglesia y a cumplir la misión en medio de este mundo. Él nos dará nuevas fuerzas y diferentes formas de ser iglesia, nos permitirá generar otras estructuras que ayuden a cumplir la tarea. Nos ayudará a buscar en nuestra historia aquello que nos dará nuevas luces para llegar a ser la luz del mundo. Sólo nos queda pedir al Señor que nos capacite, que el Espíritu Santo nos guíe para ser sus agentes de transformación y renovación. Que todos estemos unidos por la fe y el servicio. De esa manera, llegaremos a ser la verdadera sal y luz del mundo, que aún vive en tinieblas. Amén.

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