jueves, 16 de mayo de 2013

JESÚS: LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA (Juan 20: 1-18) El texto nos informa que en el primer día de la semana, después del día sábado, que para nosotros ahora es domingo, se produjo el gran milagro de la toda la historia humana: la resurrección de Jesús. Es bueno detenernos un momento para reflexionar sobre este asunto del primer día de la semana el cual ha generado controversias entre los mismos cristianos. Aquí, en el texto, se presenta el primer día de la semana como oposición al día séptimo, el día sábado. Hasta el día sábado Jesús había acabado su misión y era el día de reposo. Todos sabemos la importancia del día sábado en la historia sálvifica. En el día sábado Dios acabó su proyecto creador y descansó; además, hizo que todo su pueblo guardara este día como un día para adorarle y descansare de toda tarea. De este hecho, otros creyentes se aferran firmemente para no modificar el día sábado como día de descanso. Indicar el primer día de la semana es subrayar el comienzo de una nueva era, una nueva creación, el triunfo de la vida ante la muerte. Es la nueva dimensión del antiguo Pacto hacia un nuevo Pacto; es el establecimiento del nuevo reino de Dios. Ya Jesús había redimensionado la Ley, la Pascua, y ahora lo hace con el día sábado. Ahora la Creación y la Salvación adquieren una nueva dimensión salvífica. De ahí que para los cristianos, hijos del nuevo Pacto, guardar el primer día de la semana, el domingo, es celebrar la vida, la nueva creación por medio del nuevo Adán, Jesús. En el relato hay un hecho que aveces pasa por desapercibido, y es el hecho de que es María Magdalena, la pecadora y que había padecido de terribles enfermedades por posesión de espíritus malignos (Luc. 7: 36-50), despreciada por todos, y que Jesús la había perdonado y liberado de todos sus terribles males; es ella quien tiene el privilegio de darse con la sorpresa de encontrar la tumba vacía, señal de que Jesús había resucitado. Una mujer redimida gozando de las buenas nuevas de la nueva creación. Es el encuentro del nuevo Adán y la nueva mujer. Pareciera que lo acontecido en el huerto del Edén adquiere una nueva dimensión, ahí estaban Adán y Eva, la vieja creación, que nos recuerda la caída, la aparición de la muerte; ahora, en el sepulcro, lugar de la no vida, la muerte, está ahora el nuevo Adán, Cristo, que ha vencido a la muerte y representa la vida eterna, ante la presencia de una mujer redimida, que ha nacido de nuevo, que ha pasado de la muerte a la vida. Ella es la que ahora lleva la gran noticia a los demás discípulos: ¡Jesús ha resucitado!. Algo similar nos recuerda a la mujer samaritana, la que era adúltera y que Jesús también la redimió, anunció esta salvación a todos los de su aldea. Es por eso que los cristianos guardamos el domingo, como el primer día de la semana, para reafirmar que en ese día resucitó el Señor, además para alabar a nuestro Dios y descansar de nuestras tareas cotidianas. El domingo es pues para nosotros el primer día de la nueva creación de Dios. De ahí que es en Jesucristo que hemos heredado la vida eterna; él es el Rey del reino de Dios y nosotros sus ciudadanos. ¡Jesús resucitó! Es el grito de triunfo y de esperanza de todo cristiano. No es una patraña, es una realidad; las evidencias de su resurrección fueron registradas en los evangelios, tales como: · La piedra que cubría el sepulcro estaba movida (Mt. 28:2). · La tumba estaba vacía y el ángel confirmaba que el Señor había resucitado (Mt. 28:6). · Nadie sabía de lo ocurrido (Mc. 16:10-11). · Sólo los guardias habían presenciado lo ocurrido y fueron a la ciudad a dar su informe a los principales sacerdotes; pero éstos compraron su silencio y mintieron a cambio de mucho dinero (Mt. 28:11-15). · Cristo se apareció a sus discípulos, especialmente a Tomás, que pidió pruebas (Jn. 20:19-29). Hoy también nosotros podemos dar pruebas de que Jesucristo vive, porque él también ha resucitado en nuestro corazón. Nos sacó de las garras de la muerte para darnos la vida plena. Cada día morimos y renacemos a la vida en un nuevo amanecer; cada día nuevo es una nueva oportunidad, una nueva esperanza, una forma diferente de vivir la vida. Por eso celebrar la resurrección de Jesús es celebrar la victoria sobre la muerte y reafirmar el fundamento de nuestra fe. Amén.

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