jueves, 16 de mayo de 2013

LA FUERZA DE LA FE (Marcos 2:1-12) La popularidad de Jesús es sorprendente, especialmente entre el pueblo, debido a los milagros que hacía. Por ejemplo: sacó el espíritu de un inmundo, sanó a la suegra de Pedro, sanó a unos leprosos, sanó a muchos que padecía de terribles enfermedades. Desde ya esto implicaba mucha curiosidad de parte de la gente que quería ver en directo lo que Jesús era capaz de hacer. Es así como el relato bíblico nos da cuenta que había mucha gente en la puerta y ya no se podía entrar en la casa. En medio de esa situación aparecen en la escena y ante la sorpresa de todos y del mismo Jesús, un grupo de cuatro osados amigos de un enfermo que padece de parálisis total. Pero lo sorprendente en este relato no es su presencia sino la forma cómo lo hacen, entrar por el techo de la casa. Esta forma ingeniosa de llegar a Jesús es debido a que ya no podían entrar por la puerta al haber tanta multitud y para ello se ingenian una nueva manera: hacer un hueco en el techo de la casa bajar por ahí al amigo enfermo. ¡Que tal ingenio y empeño por llegar a Jesús! ¡Hasta dónde había llegado la fama de Jesús! Es tal la fuerza de la fe en Jesús de estos varones para sanar a su compañero enfermo, que Jesús es conmovido a sanarlo. Él, en su infinita misericordia pronunció aquellas benditas palabras que habría de liberar al hombre de su postración: “Tus pecados te son perdonados”. Pero de pronto, surge la reacción de los escribas en contra de Jesús; comienzan a tener malos pensamientos, a murmurar y chismear acerca de lo que el Maestro estaba haciendo. No reconocen en Él la autoridad recibida por su Padre Dios. Ellos pretenden interrumpir la obra de Jesucristo. Nada está bien para ellos. Sin embargo, Jesús sin ningún miramiento les llama la atención y les reprende: “¿Por qué pensáis así, tan malamente en vuestros corazones?”. Luego los arrincona a una cuestión teológica:¿Qué es más fácil, perdonar pecados o sanar? ¿Cuál es el problema de este hombre paralítico? ¿Es solamente un asunto de salud?. Desde el punto de vista de Jesús, el problema no es sólo de salud, es un asunto más serio, es el problema del pecado. El pecado había logrado paralizar el cuerpo de este hombre. Hoy en día, muchos médicos y sicólogos nos dicen que muchas de las enfermedades del cuerpo tienen sus raíces en problemas en la mente y en las emociones. Hay muchos casos en que el sentido de culpa por algo que se ha hecho en forma indebida ha llegado a hacer estragos en la personalidad de la persona, llegando a afectar el cuerpo. Algunos creen que pueden personarse a sí mismos y que no hay necesidad de confesar los pecados a Dios, debido a que su falta no es tan grave. Otros creen que una de las formas de liberarse del pecado y de su culpa, es haciendo muchas obras de caridad. Incluso unos recurren al psiquiatra, pensando que sus técnicas los va a librar de la tortura de escuchar la voz de su conciencia. Todos ellos olvidan que es necesario recibir una palabra fuera de sí mismos, es decir, externa a ellos, para tener paz plena en su vida. ¡Y esa palabra es la de Dios!. Es por eso que Jesús descubre en el hombre que yacía inmóvil en su lecho, el pecado no perdonado que estaba causando la parálisis de los miembros. Con ese diagnóstico, Jesús ayuda al enfermo, liberándolo de la culpa mediante el perdón de sus pecados. Es decir, de la parálisis corporal a la sanidad de vida. Para ello era necesario tener fe. La fe de sus amigos era suficiente. Esas palabras de perdón las dice Jesús: “Tus pecados te son perdonados” Esas mismas palabras son las que lograron redimir a muchos adúlteros, extorsionadores, al ladrón junta a la cruz, a la prostituta, al paralítico, a sus admiradores y aún a sus enemigos. Hoy esas palabras siguen siendo vigentes para nuestro mundo que camina hacia su destrucción moral, social y espiritual. Es impresionante ver cómo Jesús no se queda en el sólo perdón de pecados, sino que da un paso más trascendental al decirle al hombre impotente de valerse por sí mismo: “Levántate...y anda”. ¡Es la Palabra puesta en acción!. Esta es la autoridad que tiene Jesús y queda demostrada ante los escribas incrédulos. No sólo ellos, sino que todos los que estaban allí se maravillaron del milagro y glorificaron a Dios. Si hacemos una comparación con nuestra sociedad actual, podemos ver que se necesita mucha fe para vencer una serie de dificultades para salir adelante. Muchos enfermos están desahuciados y abandonados a su propia suerte en hospitales de mala muerte; cuánta gente se resigna a vivir tal como están, no se esfuerzan por salir de esa difícil situación. En resumen podemos decir que la falta de en fe en Jesucristo, nos impide de liberarnos de muchas ataduras y que no basta proclamar el Evangelio de Jesucristo con hermosas palabras si éstas no se hacen realidad en cada persona que las necesita. Es por eso que debemos aprender de Jesucristo, él anunciaba las Buenas Nuevas y las ponía en práctica. Por otro lado, aprendamos también de estos cuatro amigos que hicieron todo lo imposible por interceder por su amigo que estaba postrado. Su fe y su decisión les fueron tomadas en cuenta por Jesús. Que en estos tiempo turbulentos que nos ha tocado vivir, podamos seguir escuchando del Señor sus benditas palabras que nos dice: “Hijo(a) tus pecados te son perdonados, levántate y anda”. Amén.

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