jueves, 16 de mayo de 2013

JESÚS: TEÓLOGO, MAESTRO Y PASTOR (Mateo 9: 35-48) Al leer las líneas de este texto bíblico, se puede apreciar que el autor intenta dar un resumen del ministerio de Jesús y su compasión por las multitudes. Lo presenta como teólogo, maestro y pastor. Estas tres categorías resumen la persona de Jesús. Como teólogo, Jesús, empieza a explicar lo que significa el reino de Dios. Un concepto tan complicado para las multitudes, solo reservado para los teólogos de su tiempo. Jesús quiere que la gente común comprenda que el reinado de Dios es ya una realidad representada en su persona; él es el rey y su soberanía alcanza a todo el mundo. Nadie tiene poder sobre su persona, excepto Su padre Dios. Él ha venido para salvar y consolar a los que sufren todo tipo de dolor o angustia. De ahí que, él sale a buscar a la gente para que conozcan en términos sencillos la soberanía del Mesías. Los teólogos de Israel no habían logrado enseñar al pueblo sobre este tema, se habían dedicado a distraer la fe de la gente con una serie de normas pesadas que ni aún ellos las podían cumplir. Esta es una tarea que también nosotros debemos asumir para con aquellos que no conocen nada sobre este asunto. Nuestro reto es ser los teólogos de este nuevo milenio, al servicio del reino de Dios. Pero, Jesús no solo se contentó con explicar este asunto a los más pobres y humildes, sino que se dedicó a enseñarles y a predicarles el evangelio. Él en su rol como maestro iba en busca de aquellos que no conocían la nueva dimensión del reino de Dios. Decide en forma itinerante enseñar de aldea en aldea, de sinagoga en sinagoga. Una de las formas preferidas de enseñanza es el diálogo; en el utiliza diversas metodologías pedagógicas de su tiempo, y por que no, muy adelantas a su tiempo. Muchos tuvieron acceso a esta nueva manera de enseñanza y lograron como consecuencia convertirse al evangelio del Reino. Entre esas personas estaban sus discípulos, las multitudes, personajes importantes de su pueblo, algunos anónimos otros ricos, otros sabios. También se encontraban mujeres, ancianos, enfermos y desposeídos. ¡Todos tenían acceso a sus enseñanzas! Llegó a ser el Maestro de maestros. Este ministerio de la enseñanza es también un reto para nosotros, el enseñar a nuestro pueblo de las buenas nuevas del evangelio. Otro rol que Jesús asume es el de pastor. La prédica es la forma más práctica de anunciar las buenas nuevas del Reino. Enseñanza y predicación van de la mano. Mucha gente escuchó su prédica y decidieron cambiar sus vidas para siempre. Su mensaje apeló a las condiciones humanas de cada persona y supo llegar a sus corazones. Otra actitud como pastor fue el de consolar y sanar toda enfermedad a los que estaban desahuciados por la ciencia. Tuvo compasión de ellos, los veía como ovejas sin pastor. ¿Cuántos hoy en día necesitan ser consolados y sanados? ¿Cuántos están desamparados esperando una caridad de alguien? ¿Cuántos están angustiados por su futuro y no saben qué hacer? Es ahí donde nos toca asumir esta tarea pastoral como discípulos de Cristo. Ahora bien, ¿Qué pasó con el liderazgo de la nación? ¿Qué rol estaban cumpliendo? ¿No eran ellos los llamados a asumir estos roles que hemos descrito con respecto de Jesús? ¿Por qué Jesús afirma que la mies es mucha y los obreros pocos? Muchas de estas preguntas son también de nuestro tiempo actual. Hay mucha necesidad espiritual y social, pero los obreros y líderes bien preparados y entrenados son escasos. Para responder esas preguntas es necesario tener en cuenta que en los tiempos de Jesús habían muchos líderes religiosos, pero lo que no había eran pastores verdaderos, convertidos de corazón y que fueran capaces de dar la vida por sus ovejas. Muchos de los líderes de Israel se aprovechaban de la fe del pueblo para su beneficio personal. Abusaban de su poder y hasta robaban en demasía. Es entonces que Jesús es el ejemplo de un buen pastor, de un buen líder. ¡Cuánto nos falta acercarnos a su estatura! Como decía antes, hoy también la realidad, en cuanto al liderazgo, es similar a los tiempos de Jesús. Muchos son los que salen de las aulas de un seminario teológico, pero ¿cuántos siguen verdaderamente a Jesús e imitan su liderazgo? Ante esta crisis del liderazgo de la iglesia, vale la pena tener en cuenta las características de un genuino teólogo, maestro y pastor. He aquí algunas de ellas: 1. El origen divino de la vocación.- Debemos tener en cuenta que desde el Antiguo Testamento es Dios quien convoca a los que le van a servir. Él los escoge y llama por su nombre. Cuando Jesús realizó su ministerio público, lo primero que hizo fue llamar a quienes serían sus discípulos y después apóstoles (Mateo 4:18-22; 9:9); primero los capacitó y luego los envió a realizar su misión en el mundo. Nadie puede servir a Dios, si Dios mismo no le llama, capacita y envía. 2. Las cualidades personales.- El Antiguo Testamento exigía, como un requisito indispensable, que quienes servían al Dios Santo fueran santos en toda su manera de vivir (Levítico 19:1). Esa santidad tenía que manifestarse en todas las áreas de la existencia: con Dios, con el prójimo e incluso con la creación (Cf. Éxodo 20; Deuteronomio 5 y Levítico 19). Muchos de los personajes fueron llamados a vivir santamente, a obedecer, creer y seguir a aquel que los había llamado. Y cuando no lo obedecieron, las consecuencias no se hicieron esperar. 3. El estilo de liderazgo.- Jesús, nuestro Señor y Salvador, es el único modelo por excelencia. Su estilo de liderazgo se caracterizó por el servicio y la entrega. Enseñó también que debían escapar de la tentación de un liderazgo modelado según las prácticas de la sociedad y más bien seguir el modelo su modelo (Cf. Mateo 28:25-28; Juan 13:13-17). Hoy en día, todos necesitan recordar y practicar esta enseñanza fundamental. 4. El naturaleza de la vocación.- Jesús realizó un ministerio que respondía a todas las necesidades del ser humano. Estas eran espirituales, mentales y físicas. En resumen, un ministerio integral. Además, el ministerio de Jesús fue personalizado. A todo tipo de personas, sin excepción alguna, todos fueron objeto de la compasión y el amor de Jesús. 5. El propósito de la vocación.- El propósito clave de todo ministerio es capacitar a los santos para el crecimiento y eficacia en el cumplimiento de la misión de la iglesia en la sociedad y el mundo (Efesios 4:11-13). Se debe evitar la tentación de ser el hombre o la mujer orquesta, que todo lo hace. Deben ser más bien facilitadores y entrenadores que capacitan a otros para realizar con eficacia y fidelidad su labor. 6. El carácter colegiado de todo ministerio.- En casi todo el Nuevo Testamento se menciona a los apóstoles, ancianos, profetas, maestros o administradores, dando énfasis en un carácter colegiado del ministerio. En cada iglesia había varias personas que cumplían un ministerio específico (Hechos 14:23; 20:17; Filipenses 1:1; 1 Tesalonicenses 5:12-13; Tito 1:5; Hebreos 13:7,17,24; 1 Pedro 5:1-4). Este modelo bíblico tiene muchas ventajas prácticas, ya que las exigencias, tareas y responsabilidades de todo ministerio, son atendidas por un grupo de personas con diversos talentos, dones y capacidades. 7. Los títulos a recibir.- Los títulos o nombres que reciben los diversos ministerios en la iglesia van desde ancianos, obispos, pastores, maestros, profetas, diáconos y administradores. Hoy en día, de acuerdo a las necesidades de la iglesia existen otros títulos, tales como, siervo, teólogo, exégeta, hermeneuta, biblista, voluntario, ujier, consejero y director. Todos esos títulos se resumen en: servicio y entrega (Cf. Colosenses 3:23-24). 8. La responsabilidad ante Dios.- En muchos pasajes del Nuevo Testamento se describe a los siervos de Dios como mayordomos que han de rendir cuentas de su mayordomía ante Dios (Mateo 24:45-51; 1 Corintios 4:1-5). Si son fieles y responsables, el Señor les recompensará, el Príncipe de los pastores de las dará su merecido (Cf. 2 Corintios 12:9-10). Finalmente, es bueno considerar que no es posible llevar a cabo la misión que el Señor nos ha encomendado, con nuestras propias fuerzas y recursos. Dependemos de la gracia y bendición de Dios para realizar un ministerio fructífero. Tengamos en cuenta el consejo de un viejo siervo para todos los siervos que han sido llamados por Dios para servir a Su iglesia: "Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria" (1Pedro 5:1-4).

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