jueves, 16 de mayo de 2013

¿ES EL MISMO DIOS DE NUESTROS PADRES EN EL CUAL CREEMOS? (2 Crónicas 20:1-30) Este texto bíblico es un relato de la victoria de Dios ante los enemigos de Israel. El conjunto de textos bíblicos lo vamos a dividir en dos partes: la primera, está referida a la situación de angustia que pasaba el rey Josafat (vv. 1-14); la segunda, es acerca de la respuesta de Jehová y su victoria sobre los enemigos (vv.15-30). Veamos la primera parte, el rey Josafat se encontraba conduciendo al pueblo de Dios, todo era paz. Él estaba haciendo todos los esfuerzos posibles por llevar a su pueblo por los caminos del Señor, cuando de pronto aparecen los enemigos de siempre para perturbar la paz y con la mala intención de destruirlos. En esa situación difícil, de prueba, el rey Josafat en forma inmediata toma una actitud personal, se humilla ante Jehová para consultarle y luego ordena ayunar a todo el pueblo. De inmediato todo el pueblo se reúne para pedir socorro a Jehová. Este hecho nos debe servir de lección cuando nosotros mismos pasamos por momentos muy difíciles, especialmente cuando el enemigo de Dios nos tienta. Nuestra primera actitud debería ser la de humillarnos ante nuestro Dios, ponernos en ayuno, pedir el auxilio del Señor y luego saber esperar su respuesta. Otra situación que podemos notar es que Josafat en pleno peligro, luego de reconocer que Jehová es el Dios de sus padres, hace preguntas a Jehová, preguntas que son producto de su angustia y desesperación, pero también llenas de esperanza. Veamos estas preguntas: - ¿No eres tú Dios de los cielos y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? - ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quién te resista? - ¿No echaste a ellos y diste estas tierras a la descendencia de Abraham tu amigo para siempre? En medio de la angustia, la adoración y las preguntas, Josafat aprovecha la oportunidad para hacerle recordar a Jehová todo lo que su pueblo ha venido realizando: - Ha edificado casa a su nombre. - Han confiado en su ayuda y en su pronto auxilio. Luego le hace un reclamo y una petición a Jehová: ¿No los juzgarás tú? No sabemos qué hacer y a ti clamamos. Hora bien, ¿Cuántas veces nos ha tocado vivir estar experiencia semejante a Josafat? ¿Cuántas veces le hemos hecho preguntas a Dios? ¿Cuántas veces no le hemos reclamado a Dios por todo lo que nos pasa? ¿Cuánto hemos confiado en Jehová como en el mismo Dios de nuestros padres? Sin duda, que después de todas esas preguntas hemos podido comprobar que el mismo Dios de Josafat es el mismo Dios en el cual nosotros creemos hoy. Es el mismo Dios de Noé, Abraham, Moisés, David, María, Jesús, Pablo y muchos más. ¡Es el mismo, ayer, hoy y por siempre! ¡Aleluya!. Ahora todo el pueblo está delante de Jehová, en medio del peligro, en actitud de ayuno y oración, esperando la respuesta de Dios. Esta actiud nos recuerda que nosotros también debemos hacer cuando nos encontramos en situaciones de peligro: estar delante de Dios, en ayuno y oración, esperando la respuesta del Señor. Nunca debemos olvidar que el Señor responde, nunca olvida su promesa:"clama a mí, y yo te responderé..." (Jeremías 33:3). Por lo tanto, no debemos dudar que Dios responderá y vendrá a nuestro pronto auxilio. En la segunda parte, el relato bíblico nos dice que la respuesta de Dios fue contundente ante los enemigos. De pronto el Espíritu de Dios vino en medio del pueblo y habló a través de Jahaziel anunciando la victoria de Dios sobre sus enemigos. Es bueno tomar en cuenta las palabras del Señor: "No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros" (vv. 15-17). Sin duda que Dios respondió de una manera efectiva y contunde al rey Josafat y a su pueblo. La salvación de Israel se hizo una vez más realidad. Este relato histórico es pertinente para nuestros días, especialmente cuando ante tantas situaciones difíciles se clama a Dios y pareciera que no escucha ni responde a nuestras peticiones. Tengamos siempre presente que la acción de Dios se da en cualquier tiempo y lugar. Nada hay imposible para Él. El es el Señor de la historia. El no abandona a sus hijos que claman a él y les son fieles. Muchos ejemplos podemos hallar en la Biblia, en la historia salvífica y en nuestras propias historias también. El Dios de Josafat y sus padres es el mismo que ahora nosotros creemos y confiamos. Que esta historia no sea simplemente un relato épico, sino una enseñanza para nuestros días, que podamos seguir a este Dios todopoderoso que actúa aún medio de la tormenta y de los tiempos difíciles. Que el mundo crea en este Dios, que por amor envió a su único Hijo, Jesucristo, quien vino para nuestro rescate y salvación. Amén.

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