jueves, 16 de mayo de 2013

LA EXPERIENCIA DE JUAN WESLEY PARA NUESTRA SOCIEDAD DE HOY (Juan 3:1-16) El relato del encuentro entre Jesús y Nicodemo nos indica la gran curiosidad de este hombre religioso por las cosas del reino de Dios y en forma muy especial por conocer al Maestro. Su curiosidad le lleva a preguntar en forma indirecta si es que Dios está con él, porque nadie puede hacer señales, milagros si es que Dios no está con él. Jesús le responde que para poder entender todo esto y ver el reino de Dios, es necesario nacer de nuevo. En el acto Jesús le plantea a Nicodemo el tema del nuevo nacimiento. Sin duda que Nicodemo lo entiende desde la perspectiva humana y no de la perspectiva espiritual. De ahí su confusión por entender lo que Jesús le está planteando. Sin embargo, Jesús de una manera muy didáctica, como buen maestro que es, le hace ver que el nuevo nacimiento de que le está hablando es el espiritual y no el carnal. Algo similar le pasó a Juan Wesley, fundador del metodismo, el 24 de mayo de 1738, cuando se acercó por curiosidad a una reunión de oración, en la calle de Aldersgate, en la ciudad de Londres, Inglaterra. Ahí experimentó su nuevo nacimiento. El era un erudito, tenía una fe intelectualizada, su fe en el Señor no tenía la experiencia redentora personal en su diario vivir. Era un creyente más como los había por doquier. Pero esa noche, experimentó un cambio tremendo en su corazón y en todo su ser, sintió la experiencia de la presencia del Espíritu Santo. El mismo comenta en su diario: "Como a las nueve menos cuarto, mientras escuchaba la descripción del cambio que Dios opera en el corazón por la fe en Cristo, sentí arder mi corazón de una manera extraña. Sentí que confiaba en Cristo, y en Cristo solamente, para mi salvación. Y recibí la seguridad de que Él había borrado mis pecados y que me salvaba a mí de la ‘ley del pecado y de la muerte’. Púseme entonces a orar con todas mis fuerzas por aquellos que más me habían perseguido y ultrajado. Después di testimonio público ante todos los asistentes de lo que sentía por primera vez en mi corazón." A partir de esa experiencia personal de fe, Wesley descubrió que no son las reglas y leyes, ni nuestros propios esfuerzos hacia la perfección, las que nos pueden dar seguridad de nuestra salvación; sino la fe en la misericordia de Dios manifestada en Cristo, la que nos permite entrar a una vida en santidad; es decir, a una vida en plenitud. Donde la paz, la alegría y el gozo son una realidad. Wesley en su experiencia personal de vivir la fe verdadera supo combinar el entusiasmo con el juicio; el sentimiento con la inteligencia; el arrebato de la alegría con el dominio de la razón. Más aún, en su concepción de la evangelización no había una separación entre “evangelismo” y “obra social”. La evangelización era tanto personal como social. En verdad era una evangelización revolucionaria para su tiempo. El lema era: “El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn. 4:21b). Lamentablemente muchas iglesias no estaban de acuerdo con este énfasis evangelístico de Wesley, le negaron sus púlpitos para predicar su emotivo mensaje de salvación a través de Jesucristo. Al ver esta actitud, Wesley decidió salir a las calles para predicar el mensaje de salvación, yendo en busca de las almas perdidas por el pecado; de los pobres; de aquellos que no tenían ninguna posibilidad de realizarse como personas y que no eran importantes para la iglesia de ese entonces. Felizmente, miles se convirtieron al evangelio de Jesucristo y cambiaron sus vidas, transformando como consecuencia a toda una nación. Hoy en día nuestra sociedad no ha cambiado mucho con relación a la sociedad en que le tocó vivir a Juan Wesley. A pesar de los adelantos tecnológicos, las personas siguen esclavas del pecado, los pobres abundan cada vez más, la explotación ha aumentado, la calidad de vida sigue deteriorada, no hay un futuro de esperanza, la gente se suicida en vez de buscar una solución a sus problemas, la corrupción es algo ya común, etc. De ahí que el Metodismo tiene la urgente tarea de encontrar nuevas formas de testificar a Cristo, en medio de una sociedad sin el entusiasmo de la fe, que ve cómo sus hijos se corrompen cada vez más y no tiene ninguna solución para evitarlo; donde predominan situaciones de esclavitud social, marginación, opresión, violencias, crisis de valores, desesperanza, automatización de la vida, desintegración de muchos hogares, políticas deshumanizantes, etc. Debemos tener en cuenta la experiencia de Wesley y de lo que significó para sus seguidores llevar el evangelio redentor de Jesucristo a las demás personas de su entorno social. Hoy más que nunca necesitamos ser la iglesia que vive apasionadamente el evangelio de Cristo y llevar la alegría de la salvación a aquellos que aún no le conocen. Quiera el Señor permitirnos ser esa iglesia triunfante y santa. Amén.

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