jueves, 16 de mayo de 2013

LA BENDICIÓN DE DAR Y RECIBIR (2 Corintios 9:6-15) El apóstol Pablo exhorta a la comunidad de Corinto a ser generosos con las ofrendas, para apoyar la Obra y de esa manera glorificar a Dios: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: ‘Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre’ Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!” Dios nos ha dado normas precisas para ser personas bendecidas económica y financieramente. En la Biblia encontramos muchas exhortaciones acerca del uso del dinero y nuestra prosperidad. El problema es cómo usar adecuadamente el dinero y lograr dicha prosperidad prometida por Dios. Siempre está la tentación de usar el dinero de una manera desmedida y desenfrenada en busca de mayor riqueza económica. Olvidamos que uno de los puntos iniciales y principales de la técnica de Dios hacia la prosperidad es aprender a dar y dar con sacrificio. El Señor estableció un recurso económico y financiero para sostener a Su pueblo: el diezmo. ¿Qué es el diezmo? Sobre este tema hay muchas opiniones a favor y en contra en el seno de la Iglesia. Pero, ¿qué es el diezmo?. Según la Biblia el diezmo es la décima parte de las entradas o ganancias obtenidas, dedicadas a Dios para fines religiosos y como expresión de nuestra adoración a Él. A cambio el Señor nos abrirá las ventanas de los cielos y derramará sobre nosotros bendiciones hasta que sobreabunden (Gn. 14:20; Lv. 27:30; Nm. 18:28; Dt. 14:22; Mal. 3:8-10; Mt. 23:23). El diezmo es parte de nuestra mayordomía cristiana a la cual todos estamos llamados a poner en práctica en todo tiempo y lugar como parte de nuestro compromiso con el Señor y Su iglesia. Antecedentes La práctica de diezmar es muy antigua y no era de exclusividad del pueblo hebreo, ya que otros pueblos lo hacían también. Hay registro del pago de diezmos en la historia de los egipcios, los griegos y de los pueblos de Mesopotamia; siempre en forma de dar sustento a los cultos y al sacerdocio. La primera mención la encontramos en el libro de Génesis cuando Abraham da los diezmos al sacerdote Melquisedec, luego de su victoria militar sobre cuatro reyes (Gn. 14:17-20). Este hecho nos recuerda la ofrenda de Abel a Dios (Gn. 4:4). Otra referencia, es la promesa de diezmar que hace Jacob a Dios como señal de gratitud por los beneficios que le otorga (Gn. 28:20-22). En todo el Antiguo Testamento, Dios demanda de Su pueblo los diezmos de todo y también las ofrendas. Era claro para todo el pueblo lo siguiente: ü Los diezmos son de Jehová, implicaba la tierra, el producto de ella y los animales (Dt. 14:22-26). ü Servía para el sostén de los levitas y la Obra, para ayudar al extranjero, al huérfano y a la viuda (Dt. 14:29ª). ü Las consecuencias de ese acto implicaba bendición o maldición (Dt. 14:29b; Mal. 3:8-10). Hay un error al considerar que Jesús no trata o no lo interesa el tema del diezmo. Ese error ha servido como excusa para que no pongamos en práctica el diezmo. Sin embargo, Jesús acusa duramente a los escribas y fariseos de hipócritas por su legalismo extremo en la práctica del diezmo, dejando de lado lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Señala que ambas cosas son necesarias hacer (dar el diezmo, practicar la justicia y la misericordia y tener fe). Jesús reconoce explícitamente la práctica del diezmo en su nueva dimensión (Mt. 23:23). Tiene en cuenta también la condición de cada persona y su actitud ante Dios, tal es el caso de la viuda pobre (Lc. 21:1-4). Reflexión Hoy en día esta omisión de la práctica del diezmo ha llevado a la Iglesia a una situación desastrosa con relación a Dios: ü No hay bendiciones, ü No hay recursos para sostener la Obra y la Misión, ü Se ha dejado de ayudar a los pobres y necesitados. Pareciera que el concepto mundano de enriquecerse prevalece en la Iglesia, en el sentido de dar a Dios lo que nos sobra, olvidando que el sistema de Dios implica siempre el dar con sacrificio. Dar con sacrificio significa quedarme con el noventa por ciento de mis ingresos por haberle dado a Dios el diezmo. Dar al Señor con sacrificio implica dar más allá de mis capacidades confiando que El Señor suplirá todo lo que falte conforme a sus riquezas. El apóstol Pablo nos recuerda que:”El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Co. 9:6-7). Algunas preguntas surgen a partir de la reflexión sobre el diezmo: Ø ¿Por qué hemos dejado esta práctica milenaria ordenada por Dios y reconocida por Jesucristo? Ø ¿En qué es pertinente el reclamo de Dios en lo referente a los diezmos? (Mal. 3:8-9) ¿Me alcanza a mí este reclamo? Ø ¿Quiénes son responsables que la Iglesia no cuente con los recursos necesarios para atender la Obra, incluyendo la ayuda a los pobres? Ø ¿Por qué hemos tomado la actitud más cómoda de recibir antes que dar? Hay muchas experiencias positivas con respecto al diezmo. Hoy en día, laicos y pastores, comprometidos con el Señor, están poniendo en práctica la nueva dimensión del diezmo (Mt. 23:23) y están siendo bendecidos ricamente, tal las promesas de Dios (Pr. 3:9-10; Mal. 3:10). Quiera el Señor nos convenza a todos a asumir nuestra mayordomía responsable y logremos que el evangelio de Jesucristo sea extendido y comunicado a muchas más personas en el mundo. Amén.

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