jueves, 16 de mayo de 2013

JESÚS SIEMPRE CAMINA CON NOSOTROS (Lucas 24:13-35) Era el tercer día de la resurrección de Jesús, y dos de sus discípulos regresan rumbo a la aldea de Emaús en plena luz del día. En su caminar ellos no pueden distinguir a Jesús resucitado, están muy preocupados, conversando sobre todo lo que había acontecido en Jerusalén. Muchas veces a nosotros mismos nos pasa eso, gente conocida que pasa por nuestro lado y no las reconocemos porque estamos muy ocupados o distraídos con nuestro celular, ipod, tablet u otro aparato moderno. Hoy Jesús puede pasar por nuestro lado y no lo reconoceremos. Para estos caminantes todo había terminado, todo había quedado en meras promesas, sus esperanzas y sueños habían sido destruidos. Caminaban con mucha desilusión y desconcierto. Esto es como cuando al escuchar la palabra de Dios en el templo, encontramos alegría, fe y esperanza en algo nuevo, y de pronto, al salir del templo, al volver por nuestros caminos, nos tropezamos con personas o situaciones que atentan contra nuestra fe y nuestra esperanza, y ahí nos desilusionamos y perdemos las esperanzas en las promesas de Jesús resucitado, olvidando que él está cada día junto a nosotros. Algo así estaba pasando en ese momento en el camino a Emaús. De pronto Jesús les habla, les reprende por su falta de fe, pero también les anima a seguir adelante, explicándoles con la Escritura todo sobre Él. De la misma manera, Jesús nos acompaña y nos anima a seguir viviendo, a seguir soñando y a seguir luchando por nuestros ideales, todos los días. El final de la historia la sabemos, los discípulos lo pudieron reconocer cuando Jesús hizo unas señas y luego regresaron a Jerusalén a contar a los otros discípulos todo lo que les había ocurrido con Jesús resucitado. Nosotros muchas veces somos como estos dos caminantes de Emaús, esperamos recibir señales para creer o para aceptar que Jesús está a nuestro lado para darnos una mano o un aliento. Cuando pasa algo desagradable ahí mismo nos angustiamos, nos desesperamos, perdemos las esperanzas y nos abandonamos a nuestras propias fuerzas. Debemos aprender de este relato, que Jesús está vivo, Él vive hoy, porque resucitó, y esa experiencia debemos experimentarla también nosotros hoy. Él está siempre al lado nuestro, no se mete en nuestras vidas, sino que está al lado, esperando que lo invitemos a entrar en nuestras vidas. Jesús no se metió en la casa de los dos discípulos, sino que esperó a que ellos lo invitaran. Cuando Jesús mora en nuestras vidas, la noche se convierte en día; el ocaso en nuevo amanecer; la tristeza en alegría; el dolor en sanidad; la desesperanza en esperanza. La fe en Cristo nutre nuestro ser y sólo con un encuentro personal con él puede cambiar nuestras vidas y nuestros rumbos. Cuando eso sucede, entonces podemos tener la seguridad de que su resurrección es una realidad hoy en día, no es una historia, es una experiencia viva y actual. ¿Creemos eso?. Que el Señor de la vida nos siga animando a anunciarle que él resucitó y vive entre nosotros para siempre. ¡Aleluya, gloria a Dios!. Amén.

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