jueves, 16 de mayo de 2013

LLAMADOS A VIVIR EN SANTIDAD (Mateo 5:48; Filipenses 3:12) Esta noche nos hemos reunido para dar gracias a Dios por la vida de su siervo Juan Wesley, quien vivió una consagrada a Dios y a su prójimo. Hace trescientos años vino al mundo nuestro hermano Juan. Como herencia hemos recibido su pensamiento teológico y su testimonio de vida. Un aspecto importante de su reflexión teológica acerca de la vida cristiana es el tema de la vida en santidad. El vivir en santidad significa iniciar un camino de perfección cristiana, después de haber sido perdonado y justificado por la fe en Jesucristo. Cuando uno reflexiona sobre este concepto, la primera impresión que se tiene es que se está perdiendo el tiempo. Sin embargo, esta falta de reflexión seria sobre el asunto en mención es causa de muchos problemas personales y sociales. Para muchos filósofos de la Grecia antigua consideraban que hablar sobre este asunto no era pérdida de tiempo, sino por el contrario, una ganancia. Muchas de sus obras nos hablan de esa inquietud existencial. Por otro lado, los atenienses mataban a los niños recién nacidos si éstos nacían con algún defecto físico. Dos caras sobre el mismo asunto. Los teólogos de la Iglesia han tratado este tema en sus escritos o sermones, entre ellos tenemos a Juan Wesley quien escribió un sermón acerca de la perfección cristiana (Ver Sermón N° 40 en el III volumen de las Obras de Wesley). ¿Qué es la perfección?. Se entiende por perfección, la calidad de ser íntegro, cabal, estar completo; sin falta ni deficiencia alguna. Ésta consiste en alcanzar la plena madurez para hacer lo que es bueno, agradable y perfecto (Romanos 12:2). En la Biblia encontramos que Dios en su perfecto amor creó al ser humano perfecto (Génesis 1:26). Por lo tanto una persona es perfecta si cumple el propósito para el que Dios lo ha creado. El propósito de Dios es que el hombre y la mujer sean sus colaboradores en la Creación, que generen el bienestar de todos los hombres y mujeres. Pero estos personajes cometieron un pequeño error, consideraron que podían ser iguales a Dios. Este error les llevó a perder la condición de ser perfectos. Muchas personas, hoy en día, se creen perfectas y que no hay ningún error o deficiencia en ellas. Creen ser los más bellos, saberlo todo y tener el poder para lograr lo que quieren. Otros recurren a una serie de artificios para lograr este fin, por ejemplo, unos recurren a la cirugía estética para corregir cualquier defecto en su físico. Otros se esfuerzan en los gimnasios por conseguir un cuerpo musculoso y aparentar un buen físico. Hoy más que nunca hay tantas otras formas de embellecer el físico. Para lograr ello se puede gastar cualquier cantidad de dinero y tiempo. No hay límite para querer ser perfecto físicamente. Pero cuando uno les pregunta a estas personas, que se consideran perfectas, acerca de temas existenciales o trascendentales, muchas veces no hay respuestas. Físicamente son "perfectas", pero con respecto al conocimiento no lo son. La belleza física no es señal de perfección, es sólo un aspecto. La belleza integral es tanto física como espiritual. Hay muchas personas que sin ser bellas físicamente tienen en su interior una belleza espiritual. Desde su defectos han sabido luchar para salir adelante. De ellos tenemos que aprender mucho. Debemos siempre tener en cuenta que en todo proceso de perfección hay un margen de error, de ahí que nadie es tan perfecto en esta vida para ser libre de toda ignorancia. Todo creyente en el Señor al iniciar su nueva en Cristo, empieza un nuevo camino, es decir, da lugar a un proceso nuevo de pulir su vida, de adecuarla a las nuevas exigencias de calidad de vida que demanda el evangelio; en otras palabras, es el camino a la perfección. De ahí que la vida cristiana es ese constante proceso de perfección, pero de una forma sostenida, caminando las huellas de nuestro Maestro Jesucristo. Como todo proceso, la vida cristiana no implica quedar exentos de la ignorancia o del error, de los defectos o de las tentaciones. Repetimos, la vida cristiana es un proceso de crecimiento continuo y sostenido en la fe. Creer en el Señor Jesucristo es nacer de nuevo, nos libera de todo pecado y nos hace vivir en libertad para actuar en confianza, sin temores. Esto es lo que Jesús explicó a Nicodemo. Juan Wesley experimentó este nuevo nacimiento en carne propia. Si en el caminar caemos, Él nos levantará y seguiremos hacia la meta. Salomón decía que no hay hombre que no peque (1 Reyes 8:46; 2 Crónicas 6:36); Un predicador del antiguo testamento nos dice que no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque (Eclesiastés 7:20); Finalmente el apóstol Pablo se gloriaba en sus debilidades para poder descansar en el poder de Dios (2 Corintios 12:7-10). Todos tenemos una carrera por recorrer, pelear muchas batallas, ganar muchas victorias y crecer mucho más para recibir el premio que el Señor nos ha prometido. Sólo aquél que está fortalecido en el Señor y que ha vencido el mal con el bien, puede afirmar que es perfecto. No se es perfecto en la vida cristiana sólo porque ya hemos sido bautizados en la fe cristiana, porque asistimos todos los domingos al culto o porque hacemos alguna obra de bien. Pensar así es un grave error. Tenemos que vivir una vida en santidad, tanto personal como social, para poder, de esa manera, agradar a Dios y a los hombres. Para poder lograr esa perfección que el Señor nos demanda es necesario iniciar un proceso ecológico en nuestro ser: " limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Corintios 7:1). Se trata de una nueva disciplina, la ecología de nuestro ser. Nuestro ser necesita vivir en paz, en alegría y en plenitud. Éstos son los frutos de la santidad. Las preocupaciones, las dudas, los temores, la envidia, toda situación de pecado; atentan contra esa ecología de nuestro ser, porque lo contaminan. El Evangelio es el manual para aplicar esta disciplina. El desafío del Señor es permanente: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48). Por último, el apóstol Pablo nos aconseja tener una actitud en la vida: "olvidándonos ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndonos a lo que está delante, prosigamos a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:13-14). Que el Señor nos de fuerzas para seguir avanzando en nuestro camino hacia la perfección y que su Espíritu nos acompañe por siempre. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario